Escondite
Caretas, máscaras o como me gusta llamarle, escondites. Me considero parte de las generaciones que aunque simulen liberalismo e individualismo se colocan caretas todo el tiempo y se rodean de gente escondida. La mayoría de los seres que conozco se esconden en su gran mayoría de todo, del ruido, del sol, de los comentarios, de la televisión, de los pajaritos, del odio y por sobre todo del amor, admito que es difícil encontrar a alguien transparente y tal vez, tal vez debería resignarme a encontrar a un ser así. Suelo escuchar gente que aclama la frase “sácate la careta”, y francamente gritan lo que no pueden hacer. Las personas acostumbran a inventar todo el tiempo cosas que son y cosas que nunca van a llegar a ser, simulan estar felices o por el contrario aparentar odiar la vida cuando en el fondo disfrutan hasta del ruido del agua que cae, eso que algunos llaman lluvia. A ellos los llamo “vacíos”, vacíos de sentimientos propios, vacíos de amor, vacíos de luz, vacíos de sentido. ¿Por qué? Porque el cuerpo necesita translucirse para rodearse de energía que haga chispas, para poder sentir el calor del otro, para deslumbrar al de al lado, para envolver con la mirada y emocionar con la sonrisa. El cuerpo, nació desnudo, ¿Por qué esconderlo tanto? ¿Por qué privarnos de la libertad con la que nacimos? La respuesta más obvia y común seria culpar a la maldita sociedad, cuando en realidad la sociedad es lo que nosotros hacemos de nosotros mismos. “La sociedad” es solo un invento que nos creamos para refugiarnos del miedo que nos da volar con nuestras propias alas y aunque suene muy trillado, no hay verdad más profunda que dejarse ver, que dejarse sentir, no hay verdad que añore más el de al lado que verte con los mismos ojos que debería verte.
Miro a mi alrededor y solo veo gente escondida, gente que tal vez nunca vea la luz, su propia luz. Me escabullo para brillar, con todo lo que soy y con lo que no también, porque nada me hace más libre que poder mirarme bien.