Time to leave
Estaba lista para el despegue, se abrocho el cinturón, tenía el respaldo derecho, levanto la cortina de su ventanilla miro por última vez el paisaje del cual se despedía. Era hora de irse, ya no había razón para quedarse, volvió a detenerse en el lugar y el avión comenzó a moverse, había llegado el momento, tal vez no deseado, tal vez sí.
El avión ya estaba en el cielo tan alto que era imposible arrepentirse. Cerro sus ojos y miles de momentos la colmaron en un flash de sentimientos, risas, sonrisas, abrazos, noches de películas, helados, paseos, distintos aromas aparecieron sin aviso previo recorrieron todo su cuerpo. Sonidos inesperados la aturdieron, todo junto, sin aviso. Cuando los abrió, recordó porque despegaba.
“Poder decir adiós es crecer” decía Cerati, muchas veces debemos entender cuando un cuerpo, una mente, un recuerdo debe despegar, cuando se terminan las excusas, cuando el frio sigue siendo frio, cuando la preocupación caduque, cuando te das cuenta que las miradas ya no existen, cuando todo invada tu cuerpo sin ni siquiera cerrar los ojos, pues entonces sabrás que llego la hora, que ya no perteneces ahí, ni aquí, ni allá, que eso es parte de tu pasado, y que aunque vuelva nunca calmara. Cuando entendió que ya no bastaba, cuando entendió que nunca fue suficiente, cuando comprendió que nada de lo que alguna vez hizo cambio algo, recién entonces, quiso despegar, y voló, se salvó.
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